Comienza amándote a ti misma.
Siempre nos han hablado de la importancia de amar a los demás, y así es; pero si lo hacemos sin amarnos a nosotros mismos, sin ocuparnos de nosotros, muy pronto no habrá nada bueno para dar.
Debemos ocuparnos de nuestro interior, de nuestros miedos, y ansiedades; sanarnos mediante el Gran Amor de Dios hacia nosotros. Ser consientes de nuestro valor y de nuestros grandes potenciales, y, solo así podremos irradiar luz y amor hacia los demás.